Por lo general yo soy una persona bastante tímida. Soy enemiga de multitudes, me desenvuelvo mejor en grupos pequeños que en grupos grandes, siempre trato de evitar los lugares de moda que están abarrotados de gente, me da roche tener cualquier clase de protagonismo y muchas veces he pasado como sobrada con algunas personas pero eso ha sido simplemente por pura timidez.
Por supuesto que una de las incongruencias de mi vida es mantener este blog donde tan alegremente cuento mis aventuras y desventuras aparentemente sin roche alguno, pero digamos que estar detrás de una pantalla te da una suerte de anonimato, aunque en mi caso ni tanto porque firmo con mi nombre, cuento cosas reales que me suceden y hasta he puesto fotos mías, pero la historia es distinta cuando ya me conocen face to face. Soy bastante tímida, sobre todo frente a personas desconocidas, porque cuando ya tengo un cierto grado de confianza supero y puedo ser yo misma.
Y claro, con esta timidez a cuestas, hay ciertos lugares que prefiero evitar por sobre todas las cosas por considerarlos una amenaza permanente a mis planes de pasar inadvertida: Me refiero a los karaokes. Nunca fui muy amiga de los karaokes, pero muchas veces ese era el plan para salir en grupo y no me quedaba otra que ir. De hecho me parecía divertido ver cantar a la gente pero yo permanecía bien sentadita en mi mesa y ni se me ocurría pedir una canción.
Claro que hubo ocasiones en que la presión del grupo ha podido más, o el alcohol ingerido ya me hacía superar cualquier roche y me he encontrado de un momento a otro micrófono en mano y con mis amigos echándome porras: “Vamos Ursula, tú puedes, cántate una de Shakira” Y la tímida y rochosa Ursula se hundía en su silla, se tapaba la cara con la lista de canciones, y con un ojo leía la pantallita mientras cantaba tímidamente, deseando secretamente que hubiera un temblor o algo así que interrumpa tan vergonzoso acto. En serio, realmente sentía pánico de exponer mi melodiosa voz ante tanta gente desconocida, porque si fuera sólo con mis amigos, normal, pero el hecho de cantar y hacer mi papelón ante gente que no conozco realmente me da pánico, y no sé por qué.
Acá en Santiago hay muchos menos Karaokes que en Lima, yo sólo conozco dos, que vienen a ser dos sucursales del mismo local, el Playback. Pero acá el sistema es diferente que en Lima donde lees la pantallita y cantas desde tu mesa. Acá empezando no hay pantallita que leer, si quieres cantar te paras, subes a un escenario delante de tooooodo el mundo , te ponen la pista musical y cantas tu canción leyendo la letra de un papel. Por supuesto mucho más difícil que en Lima y mil veces más rochoso también.
Como comprenderán, las veces que he ido al Playback me he divertido a morir viendo cantar a la gente pero ni en mis peores pesadillas se me ocurre subir a cantar al escenario. El viernes pasado era el cumpleaños de una amiga y ella propuso ir al Playback, yo acepté pero le advertí a mi amiga que yo ni loca subía a cantar pero ella al parecer no se tomó muy en serio mi advertencia. En la mesa éramos seis personas, mi amiga y su esposo, la cuñada de mi amiga con su esposo también, y mi esposo y yo. Todos felices con nuestros tragos viendo cantar a la gente, hasta que en el segundo trago a la cumpleañera se le ocurre subir a cantar y nos involucró en sus planes a su cuñada y a mí, para subir las tres juntas. La cuñada se apuntó al toque pero yo pasé, ni loca me subía al escenario así se subieran conmigo 50 personas más. Me insistieron bastante, la cumpleañera me chantajeó sentimentalmente “Mira que es mi cumpleaños, etc.”, pero yo nada, inflexible, terca como una mula, no subo, no subo y no subo.
Finalmente les pusieron su canción y subieron las dos a cantar Rafaella Carrá “Para hacer bien el amor hay que venir al sur…”, con bailecito y todo. Fue demasiado divertido, mi amiga que por lo general es la persona más tranquila y dulce del planeta Tierra se deschavó totalmente, la gente las aplaudía, en un momento se perdieron con la letra pero superaron totalmente y terminaron su canción muertas de risa. Y yo como un tarada sentada en mi mesa, muerta de risa claro, pero en el fondo molesta conmigo misma por no haber subido, si todo el mundo va a hacer el ridículo en ese escenario y eso es lo divertido del asunto, por qué a mí me cuesta tanto superar el roche?
Y no sé en qué momento me volví así, en el colegio siempre estaba metida en obras de teatro, en bailes, etc., y no recuerdo que eso haya significado ningún momento traumático, al contrario, me encantaba. Ahora de adulta recuerdo eso y me parece increíble, la verdad no sé en qué momento de mi vida di un giro de 180 grados en mi personalidad. A veces quisiera perder la vergüenza...