martes, 30 de octubre de 2007

El cambio de país - Segunda parte

A pedido de las multitudes (fuiiiira), acá va la continuación del post anterior. Lo iba a partir en tres partes pero como muchos me han dicho que el post anterior no les pareció largo lo dejé en dos nomás. Advierto entonces que este post SI es kilométrico, ojalá no se me aburran.

Sigamos con la historia entonces:

El último mes y medio que viví en Lima fue demasiado acelerado. Ni bien llegué de Chile con la novedad que había conseguido trabajo y que me iba a vivir a Santiago dos meses antes de lo planeado empezó una vertiginosa carrera contra el tiempo para dejar todo organizado antes de mi partida. Y con todo me refiero a renunciar a mis trabajos y dejar todos los asuntos cerrados, seleccionar y capacitar a la chica que me iba a reemplazar en la oficina, mandar a hacer vestido de novia, lista de invitados para el matri, buscar el lugar donde iba a ser la recepción, escoger recuerdos, flores, sacar partidas de confirmación y bautismo de mi esposo y mías, pelearme con la odiosa secretaria de la iglesia donde me iba a casar etc… O sea todo lo que tenía planificado hacer en tres meses lo hice en la mitad de tiempo. Aparte de los mil trámites que tuve que hacer en el Ministerio de Relaciones Exteriores y en el Consulado Chileno para viajar con mis papeles en regla. Ese mes y medio ni dormí, quería que el día dure 40 horas y por lo general me acostaba tipo 3 o 4 de la mañana todavía sintiendo que me faltaban cosas por hacer.

Luego de las reuniones de despedida organizadas por la familia y los amigos, finalmente la tarde del 17 de setiembre me vi en el aeropuerto con mis maletas, diciéndole adiós a mi familia, a Lima y a lo que había sido mi vida hasta ese entonces. Fue triste partir, para qué lo voy a negar… pero no quiero shorar escribiendo este post, si quieren saber un poco más, hace tiempo escribí otro post al respecto, bastante depre por cierto.

Llegué a Santiago en la madrugada del jueves 18 de setiembre del 2003 en pleno fin de semana largo por las fiestas patrias chilenas. Todos mis sentimientos estaban entremezclados, por un lado estaba contenta de estar por fin al lado de mi esposo y comenzar nuestra vida juntos, pero por otro lado me moría de pena pensando todo lo que había dejado atrás.

Aproveché el fin de semana para arreglar las pocas cosas que había podido traer en la maleta y como anécdota contaré que toda mi ropa interior la dejé olvidada en Lima. Así es, generalmente cuando hago maletas dejo la ropa interior para el final y trato de acomodarla en los espacios vacíos, dentro de zapatos, etc. Al parecer cuando hice la maleta, debido a que tenía mil cosas en qué pensar olvidé meter la ropa interior que había reservado para el final. Y eso que mis amigas, tías, primas, etc., me habían regalado un montón de ropa interior de lo más fina y sexy, que es lo típico que te regalan cuando te casas, y todo me lo olvidé, sólo tenía el calzón y el sostén con el que había viajado. Horror. Al día siguiente, muy digna yo, usando un calzoncillo de mi esposo (no me quedaba otra, no iba a andar commando por las calles) fui a comprarme la ropa interior más barata que encontré. Y por consiguiente la más matapasiones también, ja, ja! Es que me llegaba comprar ropa bonita cuando tenía tanta en Lima que ni había estrenado.

Bueno pues, el lunes 22 de setiembre a las 9 en punto de la mañana estaba yo en mi nueva oficina, que para maravilla, quedaba a sólo tres cuadras de mi departamento. Ni gastaba en pasajes. Mi primera dificultad a enfrentar fue entender el “chileno”. Ya sé que Perú y Chile son países hispanohablantes pero por un momento sentí que me estaban hablando en algún idioma desconocido. No entendía nada. Los chilenos hablan súper rápido y cortan las palabras, no pronuncian las “s” aparte que usan bastante jerga de la cual no entendía ni michi. Yo por supuesto que ponía mi cara de que estaba entendiendo perfectamente lo que me explicaban pero la verdad es que habré comprendido un 40% y ya me daba roche estar pidiendo a cada rato que repitieran lo que han dicho.

Mi segunda dificultad a enfrentar, fue entender que la sociedad chilena es mucho más cerrada que la peruana. Yo estaba acostumbrada en Lima a llegar a un nuevo trabajo y de hecho encontrar a alguien conocido. El medio en el que me desenvolvía en Lima era muy pequeño, casi todo el mundo se conoce. Y si no, pues al toque te haces amigos y sales a almorzar juntos, etc.

Acá no es tan fácil, yo era la única extranjera en una oficina de 40 chilenos. Había una brasilera también pero vivía en Chile hacía como 15 años y estaba casada con chileno así que ella podría considerarse una chilena más. Yo era la recién llegada, la nuevita, la chica peruana. Todos mis compañeros eran muy amables conmigo, tampoco voy a ser injusta, pero era una amabilidad distante, fría. Llevaba ya dos semanas en la oficina y jamás me incluyeron en un almuerzo, o un cafecito. Claro que yo podría haberme acollerado también y no esperar que me inviten pero me sentía corta de hacerlo. El resultado era que todos los días llegaba llorando a la casa, pensando que todos me odiaban. Mi esposo, quien ya tenía bastante experiencia trabajando con chilenos trataba de convencerme de que les de tiempo para conocerme mejor, "los chilenos no son tan amigueros como los peruanos, se toman un poco más de tiempo en tomarte confianza", me decía. Y realmente tenía razón, poco a poco me fui integrando al grupo y el día en que me pasaron la voz para ir a tomar un café con ellos casi lloro de la emoción.

Sin embargo nunca estuve contenta en ese trabajo, a pesar de llevarme bien con todos mis compañeros. La única tarea que me asignaron cuando llegué era organizar la base de datos comercial de la empresa en unas planillas Excel. Me parecía absurdo, yo estaba acostumbrada a trabajos adrenalínicos 100%, en la oficina en que trabajaba en Lima era la mano derecha del gerente y él me consultaba las decisiones, ¿qué hacía yo llenando planillas Excel?, ¿para eso esperaron que viniera de Lima a trabajar con ellos? ¿No era más fácil contratar a cualquier egresada de una universidad chilena que sería perfectamente capaz de hacer el trabajo que yo estaba haciendo? Realmente estaba muy descontenta, me aburría a morir en mi nueva chamba y eso hacía que extrañara más el haber dejado Lima y el trabajo que me encantaba. Claro, ahora me doy cuenta que no podía pretender llegar a un país extraño y encima exigir que me den un trabajo más de acuerdo con mi capacidad. Allí nadie me conocía, quizá me estaban sometiendo a prueba a ver qué tan bien podía desempeñarme en trabajos simples antes de darme mayores responsabilidades. Y efectivamente así fue, con el pasar de los meses fueron aumentando de a pocos mis responsabilidades y cuando ya me estaba empezando a sentir cómoda en ese trabajo, cerraron mi área y despidieron a varias personas del área comercial, incluyéndome. Buh, en total estuve 10 meses en ese trabajo… Pero me estoy adelantando… regresemos a donde me quedé.

Otra gran dificultad fue la tensión en que vivíamos mi esposo y yo tratando de organizar nuestro matrimonio religioso desde Santiago. Los papás ayudaron bastante ciertamente pero cada decisión que había que tomar desde lejos era motivo de peleas y más peleas. Ambos estábamos bajo mucho stress, tratando de adaptarnos a la ciudad y sobre todo a la convivencia diaria el uno con el otro. El matrimonio y la convivencia es difícil al comienzo, cuesta adaptarse a la forma de vivir de otra persona y si a eso le sumas otros factores como país nuevo, trabajo nuevo, extrañar Lima, etc., el resultado es explosivo. Tuvimos unas cuantas grandes broncas, tanto así que en algún momento pensé en cancelar el matrimonio. Después caí en cuenta que ya estaba casada por civil y que era demasiado tarde para cancelar nada, ja ja! En todo caso yo creo que a la larga estas discusiones nos unieron un poco más. Mi esposo y yo sólo nos teníamos el uno al otro en Chile, en esa época no conocíamos a nadie más, así que no quedaba otra que enfrentar nuestros problemas y solucionarlos juntos. Acá no valía la típica escena melodramática de la recién casada que coge sus maletas y desde la puerta anuncia: “¡Me voy donde mi mamá!”. No pues, mi mamá estaba a kilómetros de distancia y si alguna vez tiré la puerta de la casa fue sólo para ir a sentarme enfurruñada en la banca que había en la puerta de mi edificio porque no conocía a nadie en Santiago donde pudiera refugiarme hasta que se me pase la cólera y tampoco me atrevía a caminar de noche muy lejos de mi departamento porque aún no conocía bien los alrededores.

Fueron súper complicados esos primeros meses viviendo en Santiago, extrañaba mucho a mi familia, mi trabajo… pero me sostenía un poco el hecho de que pronto viajaría a Lima, primero para mi brunch, y dos semanas después para el matrimonio.

El 7 de noviembre por la noche estaba yo en el aeropuerto de Santiago, dispuesta a viajar a Lima ya que al día siguiente a las 11 de la mañana se celebraría el brunch- despedida de soltera tan cariñosamente organizado por mi mamá y mis tías. Todavía estaba tramitando mi residencia temporal en Chile, así que por si las moscas había llevado mi papelito donde se me otorgaba el permiso de trabajo para extranjeros con residencia en trámite. Había llegado tarde al aeropuerto porque cuando estaba en el taxi hubo un apagón general en Santiago (que no había por lo menos hacía 20 años, bien piña yo), y el tráfico estaba fatal.

Cuando llego a la ventanilla de migraciones, al ver mi pasaje Santiago-Lima-Santiago sólo por un fin de semana, la funcionaria me pregunta si yo estaba residiendo en Chile. Al contestarle que sí, me pidió mi formulario de residencia temporal. Yo no entendía qué me estaba pidiendo, pensé que se refería a la tarjeta de trabajo. Ella me aclaró que se trataba de un formulario color celeste que me tendrían que haber dado en extranjería. Cierto, ese formulario estaba bien guardado junto con otros papeles en mi mesa de noche.

- Lo siento señora pero sin ese formulario no va a poder salir del país.

Faltaba media hora para que salga mi vuelo. El mundo se me vino abajo por un momento, pensaba en mi brunch y en toda la gente que me estaría esperando a la mañana siguiente, y yo sin poder salir de Chile. Casi llorando le pedí una solución a la señorita y ella me mandó a la oficina de Policía Internacional.

Le entregué todos mis papeles al amable oficial de la Policía Internacional, y éste me dijo que la única forma de salir del país era que en ese instante me faxearan el papelucho ese. Eran como las 10 de la noche, ¿dónde vas a encontrar un local de fax abierto en Santiago a esa hora?? Igual llamé a mi esposo a la casa, a ver si por lo menos le podía leer el formulario al Policía. Riiing, riiing, no estaba en la casa. El muy… ni bien me voy yo él también se arranca. De la oficina no se podía llamar a celular, yo no tenía celular todavía, los teléfonos públicos estaban en el segundo piso del aeropuerto, abrí mi cartera y sólo tenía dólares y 50 pesos insuficientes para hacer una llamada, en la casa de cambios había una colaza, faltaban 20 minutos para que salga mi vuelo, ya habían llamado para embarque hacía rato…

Estaba a punto de echarme a llorar en plena oficina de la Policía Internacional cuando en eso se me iluminó el cerebro. Estábamos 7 de noviembre, yo había llegado a Santiago el 18 de setiembre, por consiguiente, por más que ya hubiera iniciado los trámites para mi residencia, no habían pasado aún los noventa días que te permiten quedarte en Chile como turista. Con mi pasaporte en la mano enseñándole las fechas le dije todo esto al policía y se quedó mudo. Yo tenía razón.

- Eteeee, ya señora está bien, puede salir, pero que no se repita, eh??

Volé realmente a mi sala de embarque y fui la última que subió al avión, casi llorando del alivio. Al día siguiente tuve mi brunch en Lima, todo salió maravilloso y a las 6 de la mañana del lunes estaba nuevamente en el aeropuerto de Santiago con el tiempo justo para ir a mi casa, bañarme y volar a la oficina, sin haber pegado un ojo en toda la noche.

Dos semanas después, el 21 de noviembre, tenía que repetir la misma historia en el aeropuerto. Pero esta vez viajaría con mi esposo y a él le acababa de salir la residencia lo cual me daba algo de tranquilidad. Pero más vale prevenir que lamentar así que por si acaso me fui al aeropuerto con un folder donde tenía absolutamente toooodos los papeles que me vinculaban a Chile, mi contrato de trabajo, mi título profesional, el contrato de arriendo del departamento, el bendito formulario celeste, y mi última opción: el parte de mi matrimonio con fecha 22 de noviembre, para que dado el caso de que no me quieran dejar salir nuevamente ponerme a llorar parte en mano diciendo “Por favor déjenme salir, me caso mañana, buaaaaaaaaaaa!”

Felizmente no fue necesario el llanto, bastó con presentar el pinche formulario celeste y pude salir sin problemas y menos de 24 horas después estaba parada frente a un altar diciendo “Sí, acepto”. Ojerosa, cansadísima, pero feliz.

Nuestra boda fue muy bonita, fue hermoso compartir esas horas con la familia, los amigos, pero fue triste también, no sólo era nuestra boda, era también nuestra despedida del Perú. Tuvimos una luna de miel maravillosa en San Andrés y Bogotá donde pudimos por fin descansar de esos meses tan ajetreados y con tanto stress, y finalmente regresamos a Santiago, ahora sí casadísimos por todas las leyes y dispuestos a empezar nuestra vida, ya más tranquilos.

Así empecé en Santiago, podría contarles muchas más cosas pero no terminaría nunca. Ahora recuerdo esas épocas con cariño, cuando recién llegué y dormimos tres semanas en una camita de plaza y media, cuando nuestro televisor estaba encima de su propia caja que servía como mesita, cuando lo único que había en la sala era un árbol de navidad porque no importaba no tener aún juego de sala ni de comedor, pero no podía faltar el árbol en nuestra primera Navidad juntos en Chile. Son cosas que te unen, que te hacen crecer.

Claro que no todo fue color de rosa, el problema de adaptación trajo rebote y el hecho de perder mi trabajo en junio no ayudó mucho y la segunda mitad del 2004 fue una época tan triste en mi vida que prefiero olvidar y borrarla totalmente de mi memoria. Pero las penas vienen y van y desaparecen y ahora que miro hacia atrás veo que a la larga todo nos sirvió para crecer, para madurar, para hacernos cada vez más fuertes, tanto como pareja como individualmente. Y también ayudó mucho tener amigos, gracias a Dios tenemos muchos amigos, peruanos también, más o menos de nuestra misma edad, el mismo tiempo de casados, con hijos chicos, etc. Ellos son nuestra familia acá.

En conclusión, migrar no es fácil, pero se te hace más fácil si es que uno busca adaptarse al país y no pretende que sea el país el que se adapte a ti. Chile en particular no es fácil cuando eres extranjero, es difícil encajar, hacer amistades. Pero cuando las haces son amigos muy buenos, con un sentido del humor genial, es gente muy divertida, muy directa a veces, pero son buenos amigos.

Para terminar quería rescatar un comentario que me dejó hace un tiempo un lector uruguayo llamado Nacho. El vive en Santiago y me dio una descripción de la ciudad tan buena, que no quise que su comentario se perdiera, así que aquí lo pongo:

“No es fácil Santiago, no? de primeras es una ciudad fría, como las montañas que la circundan; los códigos sociales santiaguinos, el humor negro, esa cosa chilena que ya debes haber notado, de vivir todo de forma dual, de discursos dobles, de caretas. No entra de una Santiago, quedas maravillado por la nieve de los cerros y los fríos cristales de sus edificios, por esa estética limpia y ordenada; es una ciudad linda y distante, como esa chica que jamás te dio bola... te sientes afortunado pero presientes que es un lugar que no te va a cuidar.

Hasta que un día te atreves a vivir la ciudad como santiaguino, prestas atención a los mensajes, y aunque en otro tono, te das cuenta que se habla lo mismo que en Lima o Buenos Aires; todos se preocupan por lo mismo, y cuando entiendes la tonada, y captas lo que hablan, te das cuenta que están en lo mismo.... porque somos humanos.

Y Santiago aunque pareciera que nunca termina de derretirse para convertirse en un lugar cálido, un día el sol radiante en el cielo limpio de Providencia, o en el San Cristóbal después de la lluvia, una sesión de risas y alcohol con amigos y duelos de humor negro; un café en el Forestal, esa sensación de vivir en un lugar estable, el olor a pasto mojado, las hojas de colores en otoño, los conciertos que no llegan a todas partes, el metro (ahora semi colapsado), el culto diálogo de muchos chilenos, sobre filosofía, sobre política, historia; los parques el fin de semana, el tecito té club con algún amigo mientras afuera cae agua en baldes, y sientes que la ciudad se te mete en el alma, que es tu hogar, el que no pudo ser allá, y el que no es perfecto acá; pero con penurias y tiempo, Santiago te ofrece su mano helada, y cuando la tomas, y entiendes a esta ciudad te queda marcada, y le tomas cariño."

Y yo estoy totalmente de acuerdo…

Ahora sí, terminé.

FIN

jueves, 25 de octubre de 2007

El cambio de país

Les contaba en el post anterior que una pareja de amigos peruanos ha venido a vivir a Santiago, recién se han instalado en su departamento y están conociendo como es la vida por acá. Y su situación me ha hecho recordar mucho aquellas épocas en las que yo llegué a vivir a este país, hace cuatro años.

La típica es que me pregunten, “¿Y como así vives en Chile?”, y yo me mando con todo el rollo de mi historia del cómo y por qué llegué a vivir acá. Pero creo que nunca he contado la historia completa en este blog, así que aquí la cuento por si alguno tiene curiosidad, y si alguna otra persona me vuelve a hacer la misma pregunta pues simplemente le doy el link de este post, para qué desperdiciar palabras tantas veces dichas si ya está todo escrito ¿no?

Ok, prepare su canchita y dispóngase a leer estimado blogleyente porque es una historia larga.

Corría el año 2002, y esta blogger tenía una vida muy ocupada. Tenía clases de inglés en Euroidiomas a las siete de la mañana, de ahí volaba a la oficina (trabajaba en la Asociación de Anunciantes), donde era asistente de gerencia y editora de la revista institucional, y en las noches me desempeñaba como jefe de práctica en las facultades de comunicaciones de la U. de Lima y de la PUCP. Ya tenía más de dos años junto a mi enamorado a quien creo que sólo veía los fines de semana debido a mi complicado horario laboral, pero igual los planes de matrimonio ya estaban cercanos.

Fue en ese año, que a mi enamorado lo contactaron de una empresa chilena ofreciéndole un puesto de trabajo en Santiago. El gerente de esa empresa había trabajado un tiempo en Lima y de ahí lo conocía y estaba buscando una persona con su perfil profesional. La verdad es que yo no dimensioné en su momento el asunto. Ya antes mi enamorado había recibido otras ofertas de trabajo, de Brasil y México si mal no recuerdo, y las condiciones que ofrecían no ameritaban el hecho de tener que dejar su país. Mi enamorado tenía un trabajo estable en Lima así que tampoco estaba desesperado por irse.

En diciembre del año 2002 mi enamorado se convirtió oficialmente en mi novio, con pedida de mano y todo. Reservamos la iglesia que nos gustaba para el 22 de noviembre del 2003. Súper precavidos nosotros aseguramos la iglesia casi un año antes por si acaso. Empecé entonces el 2003 totalmente ennoviada, enamorada y feliz, haciendo planes para la próxima boda y buscando un departamento en Lima. No había planes de irse del país, ni siquiera se tocaba el tema, las negociaciones con la empresa chilena habían quedado en stand by hacía meses y sinceramente nos habíamos olvidado del asunto.

En marzo o abril de ese año la empresa chilena nuevamente contraatacó mejorando notablemente las condiciones y los beneficios. Ya era un asunto digno de ponerse a pensar. La verdad es que yo nunca había considerado el salir del Perú pero en ese momento la alternativa no me pareció tan descabellada. Opté por tomarlo como una buena experiencia y aparte estaba el tema del desarrollo profesional de mi futuro esposo. Era una súper buena oportunidad para él, y si lo era para él entonces también lo sería para nosotros. Así que me las jugué por él y la decisión de venirnos a Chile la tomamos a finales de mayo.

La empresa lo quería trabajando ya-ya el primer día de julio. Nosotros nos íbamos a casar en noviembre recién así que el plan era que él se fuera a trabajar a Santiago, yo me quedaría en Lima planificando el matri, él viajaría a Perú unos días antes de la boda, nos casábamos, luna de miel en San Andrés una semana (ya teníamos los pasajes comprados) y de ahí yo me iba con él a vivir a Santiago. Todo estaba fríamente calculado.

Entonces me dispuse a averiguar todo el papeleo previo al matrimonio (es una locura todos los trámites que te piden), adelantamos las charlas pre matrimoniales, y cuando me dispuse a averiguar el tema del matri civil (que iba a ser el mismo día del religioso) me di con una sorpresa. Todos los trámites que te piden para el civil tienen que hacerse máximo un mes antes del matrimonio. Todavía faltaban 5 meses para mi matrimonio, no podíamos adelantar los trámites, y un mes antes del matri mi novio iba a estar en Chile y ni modo que en su trabajo lo dejen viajar un mes antes para que haga los trámites.

No quedaba otra, o nos casábamos por civil ipso facto, antes que viaje a Chile, o no íbamos a poder casarnos en noviembre. Hablamos con mi amiguísima S, que trabajaba en la Municipalidad de Pueblo Libre y ella nos ayudó horrores para que todos nuestros papeles salieran al toque y en menos de tres semanas estábamos parados en la Municipalidad casándonos por civil. Una ceremonia súper sencilla, un viernes a las 11 de la mañana. Tan sencilla que por la tarde mi flamante esposo se fue a su oficina y yo me fui a la mía.

A mi esposo le encanta decir que a él lo “cazaron” así con “z”, y que me quise asegurar el matrimonio antes de que él se fuera a Chile. Naaaaaaah, calumnias, lo dice para hacerse el importante, la verdad es lo que acabo de contar y que quede registrado para la posteridad.

En fin, nos casamos por civil el viernes 20 de junio de 2003. Y el lunes 23 de junio, a las seis de la mañana estaba en el aeropuerto despidiéndome con las lágrimas chorreándome por litros de mi amadísimo esposo recién estrenado que partía para Chile.

Y así me quede yo en Lima. Recién casada pero todavía con mi vida de soltera, trabajando y organizando mi matrimonio religioso. Cuando mi esposo ya tenía dos semanas en Santiago, una amiga en común nos pasó el dato de una empresa chilena de tecnologías de la información que estaba buscando gente para su área comercial. Esta amiga les habló de mí, y mi esposo me animó a mandar mi currículum. Yo lo envié sin pensarlo mucho, sin ni siquiera entender bien de qué trataba la empresa. Para mi sorpresa mi currículum les interesó, y querían conocerme, pero cuando les dije que yo recién iba a vivir a Santiago a comienzos de diciembre no me volvieron a escribir. Obvio, claro, faltaban como 5 meses todavía.

Para las fiestas patrias peruanas (28 y 29 de julio) pedí permiso toda la semana en mis trabajos para viajar a Santiago a visitar a mi esposo. Es así como el 26 de julio pisé suelo chileno por primera vez en mi vida y conocí la ciudad que pronto sería mi hogar. Mi esposo había arrendado un departamento cerca al Metro, pensando en que sería lo más cómodo para mí para no perderme en una ciudad desconocida y tenía razón. Esa semana que estuve en Chile mientras mi esposo trabajaba yo me dediqué a explorar y a conocer un poco la ciudad y la cercanía del Metro fue básica.

Como estaba en Santiago me animé a llamar a la empresa con la que me había contactado semanas antes a ver si todavía se acordaban de mí. Por suerte se acordaban perfectamente de mi existencia y coordinamos una entrevista. En realidad fueron dos entrevistas, la primera con el Gerente Comercial y la segunda con el General, y después de esta me dijeron que querían que me quede de una vez a trabajar con ellos. Yo me quedé con la boca abierta, no era posible que viaje a Chile una semana por vacaciones y al toque consiga trabajo, no podía creer tanta suerte.

Negociamos la fecha de inicio, yo no podía quedarme en ese momento, tenía aún tres trabajos en Lima y un matrimonio que organizar, necesitaba como mínimo un mes para solucionar todos los temas pendientes y poder irme. Quedamos finalmente en que empezaría a trabajar después de las fiestas patrias chilenas (18 y 19 de setiembre). La fecha de inicio se fijó para el 22 de setiembre del 2003.

Y este post ya me está saliendo kilométrico y tampoco es la voz aburrirlo estimado lector, así que la segunda parte en el siguiente post.

viernes, 19 de octubre de 2007

Viernes en pijama

Por acá ya se siente el calorcito, en el día estamos llegando a 25-28 grados y la noche ya está bastante agradable. Desde el sábado pasado cambiamos al horario de verano, ahora estamos dos horas más que Perú. Ya guardé mis chompones y mis abrigotes y saqué la ropa más ligera, las botas ya están guardadas hasta el próximo invierno y de nuevo estoy utilizando mis lindas sandalias. Me encanta usar sandalias. Llegó la hora de hacerse la pedicure también.

Desde hace un poco más de dos semanas tenemos huéspedes en la casa. Son una pareja de amigos peruanos que vienen a vivir a Chile porque a ella la transfirieron de su oficina de Lima a la oficina de Santiago. Se están quedando en mi casa hasta que encuentren departamento. Ya vieron uno que les gustó y hoy firman el contrato así que pronto partirán a vivir en su nuevo depa. Tenemos que integrarlos rápido a nuestro grupo de amigos, es muy importante tener amigos cuando recién llegas a un país nuevo, se hace menos difícil el proceso de adaptación.

Mi vecina tiene un perro que ladra todo el día. Me tiene harta. Es un perro enano, parece una especie de chihuahua pero ladra, ladra y no para de ladrar. Apenas me asomo por la ventana el critter ese me ve y me empieza a ladrar. Igual cuando salgo a mi terraza, parece que escucha que hay alguien moviéndose en el jardín de al lado y empieza con sus desesperantes ladridos. A mí me gustan los perros pero este ya me está cayendo bastante antipático.

Con mi esposo hace tiempo habíamos hablado de que cuando tengamos una casa con jardín íbamos a tener un perro. Ahora ya tenemos la casa con jardín pero todavía estamos dándole vueltas a la idea del perro. El problema es qué hacer si viajamos por ejemplo, dónde dejamos al perro. Un hotel para perros te cuesta un ojo de la cara. Estamos esperando que alguno de nuestros amigos se mude a una casa con jardín y se compre un perro también, así ellos cuidarían nuestro perro y nosotros cuidaríamos el suyo si es que viajan. Pero de acá a que eso pase…. En todo caso si algún día nos animamos por el perro será un bóxer o un labrador.

Nuestros vecinos del otro lado ya se mudan definitivamente este fin de semana. Son una pareja muy simpática y nos hemos hecho amigos. Súper jóvenes ellos, parece que recién hubieran terminado la universidad. Ya han estado trayendo sus cosas de a pocos estos últimos días y parece que mañana se instalan definitivamente. Me caen bien esos vecinos, espero nomás que no traigan un perro bullero.

Por fin terminaron de poner el jardín, ahora falta sembrar arbustitos, florcitas, arbolitos, etc… Toda una chambaza, espero no ser tan mataplantas en este jardín….

Mi cuñado que vive en España va a ser papá de una niña y todos estamos muy felices. La niña hasta hace dos semanas se iba a llamar Domitila (o sea, no Domitila, pero es por poner un nombre). Pero hace unos días anunciaron que habían cambiado de nombre para la niña y ahora se iba a llamar Perenceja. Entonces mi esposo y yo saltamos porque desde hace seis años, antes de casarnos inclusive teníamos elegidos los nombres para nuestros futuros hijos, y sí teníamos un niño se iba a llamar Perencejo y no era la voz que su prima se llame Perenceja tomando en cuenta que tienen el mismo apellido. Pero bueno, al final los papás son ellos y entre Domitila y Perenceja prefirieron este último como nombre de la bebe. Ni modo, nosotros tampoco pensamos dar nuestro brazo a torcer así que si algún feliz día de la vida tenemos un niño se llamará Perencejo, igual que su prima española, piña pe. BTW, ya quiero que nazca, me encantan cuando vienen niños al mundo.

Y nada más que contarles por el momento…. Cambio y fuera.

jueves, 11 de octubre de 2007

Me copio, me copio!

Ya que he visto que varios bloggers han estado decodificando sus nombres, yo también me animé y lo hice porque me mataba la curiosidad. He aquí los resultados, primero mi nombre robot:


Upgraded Robotic Soldier Used for Logical Assassination


Get Your Cyborg Name

Mi inglich no es muy bueno pero al parecer sería algo así: Mejorada soldado robótica usada para asesinatos lógicos.

O sea, soy una robot malula, qué meyo!

Veamos mi nombre monstruoso:


Unholy, Ravenous Slayer from the Underground Legendary Abbey


Get Your Monster Name

Algo así como: Asesina profana y hambrienta de la abadía legendaria y subterránea. Rebuscadazo el nombre, pero ya me quedó clarísimo que monstruo o robot soy una asesina. Soy mala, whahahahah!!

Por último mi nombre sexy:


Untamed Ravishing Seductress Undertaking Loving and Affection

Get Your Sexy Name

Seductora indomable y cautivadora garantiza cariño y afecto. Suena a anuncio clasificado del diario, pero ¿cariño y afecto???, ¿¿no que yo era una asesina???.

Buh, y yo que quería ser como Sharon Stone.

(No me hagan caso, estoy con dolor de barriga y estos son los resultados).

viernes, 5 de octubre de 2007

Las nuevas aventuras de Ursula Schumacher

¿Se acuerdan de mi alter-ego, Ursula Schumacher?, ¿aquel personaje intrépido y osado, que sentada al volante de su automóvil, recorría velozmente las calles de Santiago? ¿No se acuerdan? Entonces podrían refrescarse la memoria leyendo este post, o este también….

Bueno pues, les cuento cómo he ido poco a poco superándome a mí misma en el difícil acto de conducir un automóvil (no se rían, para mí ha sido súper difícil).

Cuando en aquel lejano mes de junio de 2006 obtuve por fin la licencia de conducir, mi esposo y yo teníamos un VW Gol, mecánico, este de aquí:

Con este carro tuve mis primeras aventuras y vencí mis primeros miedos, pero a pesar de todo me seguía costando sacar el auto y solamente lo hacía en casos de extrema necesidad. Manejar realmente me estresaba así que si había posibilidad de caminar prefería hacerlo o si tenía que ir a un sitio donde no conociera el estacionamiento optaba por irme en micro. Realmente creo que sólo utilizaba el auto para ir a mis clases y para visitar a mis amigas. Yo pensaba que de a poquitos iba a ir superando mis miedos hasta que a mi esposo se le ocurrió vender el VW y comprar esta camioneta:


Una Suzuki Grand Nomade 2007, mecánica. Linda la camioneta, pero yo la veía inmensa. Imagínense, si con el VW nomás sufría por sacarlo del estacionamiento del edificio, esta camioneta mucho más grande y ancha no había forma de que me atreva siquiera a manejarla por la rampita por donde se salía del estacionamiento. De hecho siendo mecánica es mucho más pesada y encima estaba nuevecita, brillante y lustrosa, y si por ahí le hacía un rayón era posible que mi esposo me solicite el divorcio en el acto. Y el otro tema era la estacionada, admito públicamente ser una bestia estacionándome y necesitar harrrssshto espacio para maniobrar y con un auto de esas dimensiones era imposible que lo logre.

Así que con el fin de salvaguardar el bienestar e integridad de mi persona, del auto y de mi matrimonio decidí interiormente jamás manejar la camioneta, o al menos esperar que mi esposo le haga un par de rayones para atreverme a manejarla. Todos los fines de semana quedábamos con mi esposo en que íbamos a salir con la camioneta para que practique y todos los fines de semana también ambos buscábamos algún pretexto para no hacerlo. En el fondo creo que él se moría de miedo de enseñarme a manejarla y yo me moría de miedo de rayarla.

Así que por un par de meses fui peatona nuevamente. La verdad es que no sentí mucho el cambio ya que el VW tampoco lo usaba mucho, pero a veces sí extrañaba tener auto cuando tenía que ir a mis clases por ejemplo, que eran lejos y tenía que regresarme de noche. Y la camioneta bien guardada en el garaje, ya que mi esposo se iba caminando a su oficina.

Pero eso sólo fue un par de meses. Cuando compramos la casa, ya era una necesidad tener dos autos. Ahí mi esposo tenía que llevarse la camioneta para ir a la oficina, y yo necesitaba algo para movilizarme porque salir de acá en micro es medio complicadillo. Quedamos en comprar un auto de segunda, yo feliz, ya que al ser un auto usado no iba a tener el enfermizo terror que tengo de rayarlo, es más si comprábamos un auto rayadito mejor para mí, me iba a dar más confianza.

Así que buscamos y encontramos este autito:

La foto la saqué de internet pero es el mismo modelo y casi el mismo color, todavía no le he tomado la foto respectiva a mi súper auto. Un Opel Corsa usadito, viejito y automático! Lo máximo!!! Cuando lo probé antes de comprarlo fue amor a primera vista, un auto de las dimensiones exactas, ni tan pequeño cual Tico ni tan grandote que me cueste estacionarlo y automático para no estresarme con los cambios ni el embrague. Realmente podría decirse que es el primer auto en el que me he sentido cómoda (si contamos todos los autos que he intentado manejar desde que tenía 18 años).

Le perdí el miedo a las calles, me metí por fin a la autopista (no hay forma de salir de mi casa si no pasas por una autopista) y ponía por fin música en el auto cuando antes no prendía la radio porque alucinaba que todo el mundo me tocaba el claxon.

Pero como todo tiene su final y nada dura para siempre la felicidad me duró mes y medio. La semana pasada tenía que ir a la clínica y no encontraba sitio en el estacionamiento subterráneo. Después de dar mil vueltas encontré un lugar al lado de una columna. Me metí mal, pegándome mucho a la columna. Cuando traté de enderezarme no se qué hice que me pegué más, traté de retroceder para salir del estacionamiento y volver a entrar cuando en eso escucho “Crrrrrrrrrrrrrrrrjjjjjjjjjjjjjjggggggggghhhh”. “Pucha!”, pensé, “Ahora sí ya le hice un súper rayón al auto”. Logré salir, volví a estacionarme derecha y cuando quise salir del auto para evaluar la magnitud del daño la puerta abrió sólo hasta la mitad y el espejo se cayó. Salí por la otra puerta y sintiéndome el ser más estúpido del Planeta Tierra vi lo que le había hecho a mi amado autito. Un rayón amarillo, color columna de la clínica, en todo el lado izquierdo, con la pintura descascarada, la puerta y el tapabarros descuadrados, y el espejo caído. Horrible oye. Desconsolada estuve a punto de echarme a llorar cuando en eso escucho que una señora me dice: “Uy, bienvenida al club”. Volteo y veo la parte derecha de su auto toda abollada, parece que también le pasó lo mismo en algún momento pero eso no fue ningún consuelo para mí.

Rompí mi autito y ahora está en el taller recuperándose de los daños. Y yo soy peatona desde el martes y lo seré por lo menos hasta el viernes de la próxima semana fecha en la que me han prometido que el auto estará listo, ojalá pues. Y salir de mi casa en micro es realmente una tragedia, si tengo que ir al doctor por ejemplo, al cual estoy yendo todas las semanas, tengo que tomar tres micros y hay uno de estos que pasa cada media hora. Ya les había contado lo lindo que funciona el Transantiago no??? Y tomar un taxi desde acá sería endeudarme de por vida, me saldría carísimo. Pero bueno, es mi culpa, por burra, por no saber estacionarme. Nota mental: Practicar estacionamiento, practicar estacionamiento, practicar, practicar, practicar.

lunes, 1 de octubre de 2007

Por Fin!!!

He vuelto queridos amigos, por fin soy nuevamente una persona conectada con el mundo luego de estar mes y medio sin teléfono, ni cable y lo peor de todo, sin Internet.

El motivo de esta tardanza es que el condominio en el que ahora estoy viviendo ya había hecho un contrato previo con Telefónica para todas las viviendas (bien vivos no nos dijeron nada cuando compramos la casa), lo cual hacía imposible firmar ningún contrato con otras compañías de telefonía que son más rápidas. Encima, como esta etapa del condominio es nuevecita, todavía no habían terminado de cablear cuando nos mudamos así que caballero no nos quedaba otra que esperar que terminen. Recién el viernes vinieron a instalar todo y ahora sí soy feliz en mi casa nueva, porque la verdad es que andaba bastante aburridita.

Nos mudamos el 15 de agosto… Serían las 9 de la noche y obviamente todavía no terminábamos de abrir cajas cuando suena el celular de mi esposo. Era un amigo, peruano residente en Chile también que llamaba a contarnos lo del terremoto en Perú. Realmente qué angustiante es estar incomunicado en situaciones así. Nos matábamos llamando a Lima, cada uno a sus familias desde nuestros celulares y nada, no entraban las llamadas. No teníamos internet para ver si encontrábamos a alguien en el Messenger que nos diera noticias. No nos quedó otra que desempacar volando el televisor, conectarlo justo a tiempo para el noticiero chileno (no teníamos cable) y enterarnos un poco de la desgracia.

La primera noche que pasamos en la casa realmente fue triste y angustiante, me dormí como a la una de la mañana con el celular pegado a mi oreja, cansada de marcar el teléfono de mis padres y de mi abuelita sin resultado, y agotada por el día de mudanza también. Recién pude hablar con mi Tota al día siguiente a las 7 de la mañana. Mi Tota es pisqueña, aunque vive en Lima hace años y ya se imaginarán lo desconsolada que estaba por la tragedia en su linda ciudad. Con mi mamá pude hablar como al mediodía recién, todos bien en la familia gracias a Dios, no pasó de un susto, pero al sur de Lima la historia era otra. Y me lo confirmaron las imágenes que veía en la tele chilena, por el momento mi único medio de información.

Ya se habló mucho por el asunto, de acá se ha enviado bastante ayuda canalizada por medio del consulado y algunas empresas privadas, pero creo que toda la ayuda del mundo todavía no es suficiente. Desde acá mi oración por aquellos que lo perdieron todo.

Y bueno, ya llevo mes y medio viviendo por acá, todavía hay varias casas vacías, creo que recién somos 6 o 7 familias las que vivimos en esta etapa, y hay muchísimos extranjeros. Al frente tengo una pareja cubano-chilena. Mas allá hay una argentina, otra peruana (todavía no les he hecho la patería), también hay unos venezolanos y obviamente el resto chilenos. Es super tranquilo, con familias jóvenes, niños pequeños, etc… Es un bonito lugar al lado de un cerrito verde, y por las mañanas se escuchan a las vaquitas muuuuuuuuu. Todavía hay zonas que no están urbanizadas por acá así que no sé cuanto durará este paisaje medio campestre pero por mientras lo disfruto.

Están terminando de poner el pasto en el jardín, luego me tocará sembrar plantitas, ya pusieron las cortinas, porque estuvimos casi un mes bien lindos con cartones en las ventanas para que no entre el frío, también ya terminaron la terraza y la entrada. Ya más adelante pensaremos en terminar de amoblarla porque ahorita nos está quedando muy grande la casa, pero todo será poco a poco.

Ya he ido conociendo mi nuevo barrio también, tengo un mall super cerca y ahí encuentro de todo, lo único que me falta es un Starbucks para tomar mi frapuccino, pero bueno, no se puede tener todo en esta vida…

Que más novedades?? Me fui al concierto de Dolores O Riordan, se acuerdan??, la vocalista de The Cranberries, la de “Zombie, zombie”. Genial el concierto, la flaca tiene su voz igualita a hace 10 años y cantó todas las que me acordaba de Cranberries porque su disco como solista nunca lo había escuchado. Y para terminar la felicidad en diciembre viene The Police y ya tengo mi entrada, ese va a ser un concierto super nostálgico-ochentero, ya les estaré contando.

Y eso es todo por el momento, terca yo, quiero leer todos los posts que tengo atrasados y son más de 800, estoy leyendo los de finales de agosto todavía, o sea me falta harto. No estoy comentando porque me voy a demorar más aún, ya comentaré los últimos, pero de que estoy leyendo sus posts, los estoy leyendo.